Cuando
perdemos a un ser querido, más aún si es un hijo, nos sentimos morir nosotras
también. El trauma y el shock son tan grandes que nuestra fuerza vital nos
abandona y nuestras ganas de vivir, durante un tiempo, desaparecen.
Pasan
las semanas, los meses y llega un momento en el que volvemos a sentir calor en
el corazón y una tímida sonrisa aparece en nuestro agotado rostro. Poco a poco,
la sangre vuelve a circular por nuestras venas, nuestros cuerpos necesitan movimiento
y en nuestro interior vuelven a agolparse ideas, proyectos y esperanzas.
A
pesar de la enorme ausencia y la terrible pena que sufrimos en nuestras almas,
la vida se abre paso y nos pide que volvamos a sentirla. Llega el momento, para
nosotras, de asumir nuestra pérdida, de hacer consciente el hecho de que
nuestro bebé siempre vivirá en nuestros corazones y en nuestras almas, pero que
jamás podremos tenerlo físicamente con nosotras.
El
duelo va llegando a su fin (para cada una de nosotras en un tiempo indeterminado)
y un nuevo camino se abre ante nosotras.
Nunca
volveremos a ser las mismas, hemos sufrido una terrible y demoledora
experiencia, pero, podemos y debemos permitir a la nueva mujer, siempre Madre,
que somos, Vivir y disfrutar de los hermosos instantes que la vida nos depara:
sonrisas, besos, Amor, esperanza, flores, bosques, perfumes, caricias, viajes,
sueños, sonidos …
También
tendremos que afrontar nuevos conflictos y momentos difíciles, pero tras todo
lo aprendido en nuestra condición de Madre Mariposa,
podemos enfrentarnos la Vida desde una nueva perspectiva, más serena, menos
temerosa, más ecuánime.
Aunque
haya momentos en los que no nos lo parezca, Siempre hay luz al final del túnel.
Tenemos que recorrer plenamente ese túnel, atravesar todas las vivencias de su
interior, no obviarlas, ni negarlas, afrontarlas para poder llegar al final. En
el momento exacto en el que estemos preparadas para dar un nuevo paso en
nuestra vida, para avanzar, la luz aparecerá. Al principio en forma de pequeño
destello y, poco a poco, con el paso de los días y semanas, ese pequeño
chispazo irá volviéndose más fuerte, más luminoso, más permanente.
Llegado
el momento en el que hayas pasado por tu proceso de duelo, no temas volver a
Vivir, déjate llevar por tus sueños y esperanzas. No te sientas culpable por
volver a disfrutar, por sentir de nuevo. Recuerda, la pena y el dolor por el
que pasaste siempre van a estar integrados en tu yo, en tu alma, siempre
llevarás dentro de ti a tu ser querido y le dedicarás pensamientos, pero, no
cargues por siempre estas evocaciones con dolor, tristeza y pesadumbre, cuando
te encuentres con la fuerza suficiente siembra esos recuerdos de tu precioso
bebé con mucho Amor, dulzura, serenidad y VIVE.