Cuando
perdemos a nuestros bebés nuestro mundo, en una fracción de segundo, se derrumba.
Sentimos que nuestras vidas se paralizan y que nosotras, física y
emocionalmente, desaparecemos.
No
podemos, ni somos capaces, de reaccionar. Notamos hambre, pero no queremos
comer. Advertimos nuestros cuerpos
agotados y agarrotados, pero no deseamos cerrar los ojos y entregarnos a un
sueño cargado de pena, recuerdos y pesadillas. Nuestros pensamientos, recurrentes,
siempre acaban vagando alrededor de las mismas ideas, de la pena, del
insondable dolor.
En
estas circunstancias, tras la reciente pérdida de nuestros bebés, nos vemos
incapaces de concentrarnos en otras actividades, ideas o planes. Sólo existe el
pasado, el presente nos abruma y el futuro lo sentimos vacío e imposible.
Estas
sensaciones llenas de inactividad y desgana, nos mantienen ancladas, atrapadas
en la apatía durante semanas o meses. Para comenzar a ponernos en movimiento,
para lograr asumir nuestra pérdida y de esta forma, poder encontrarnos con
nuestro presente y desear tener un futuro, resulta esencial recuperar nuestros
cuerpos, reencontrarnos con ellos para reestablecer tanto con nuestro yo
físico, como con nuestro yo emocional, una relación positiva y de
reconocimiento.
El
sentimiento de culpa que nos abruma durante un largo periodo del duelo, del que
ya hemos hablado en otros artículos, no sólo lo experimentamos en
el plano emocional, sino que también lo trasladamos al plano físico. Como
consecuencia de la proyección de la culpa hacia nuestro cuerpo, muchas madres
que hemos sufrido pérdidas, establecemos tras estas, una relación compleja con
nuestro organismo, de no aceptación, como si inconscientemente, le culpáramos
de lo sucedido.
Todas
tenemos que tener bien claro, independientemente de cómo sobrevino la pérdida,
que ni nuestros cuerpos, ni nosotras, somos culpables de lo sucedido. En la
vida existen, y se dan, circunstancias muy duras y adversas y por desgracia, a
nosotras nos ha tocado vivir una experiencia extrema de la que nadie tiene la
culpa.
Para
superar esta culpa inconsciente que nos empuja a rehuir y no aceptar nuestro
cuerpo, tenemos que reencontrarnos, o encontrarnos, con él. Aprender a
conocerlo, a respetarlo, a cuidarlo con mimo, con cariño y con Amor. A medida
que recuperemos la relación con nuestro organismo, y establezcamos con él un
vínculo positivo, le estaremos proporcionando paz a nuestro espíritu, y a nuestro
yo consciente e inconsciente.
Tenemos
que volver a conocernos, apreciar nuestro nuevo yo, la nueva mujer en la que
nos hemos convertido y transformado tras haber sufrido un terrible trauma.
Para
facilitar este reencuentro con nuestro cuerpo, para renovar, o recuperar, la
relación con nosotras mismas, me gustaría recomendaros dos actividades que me
parecen especialmente apropiadas para nuestras circunstancias: el baile del
vientre y el Yoga (en especial el Kundalini).
Ambas
actividades, nos ayudan a conectar con cada músculo de nuestro cuerpo, con cada
hueso de nuestro cuerpo, con cada forma de nuestra femineidad relacionada con
las circunstancias que acabamos de vivir: pelvis, caderas, útero, perineo,
pechos, barriga … también cabeza, piernas, brazos, manos, pies, músculos,
huesos…Todo nuestro cuerpo entra en movimiento de nuevo.
Nuestro
útero, donde estuvo cobijado nuestro bebé, aún sigue ahí, debemos reintegrarlo
en nuestra identidad, debemos volver a Amarlo y sentirlo parte de nosotras.
Algunas madres, volvemos a desear que se llene de vida, por nosotras, y por
nuestros futuros bebés, tenemos que mantener una relación sana y positiva con
nuestro útero. También, con nuestra pelvis, con nuestras caderas, nuestros pechos,
etc.
Las
Mamás que no vayamos a tener más hijos, también tenemos que recuperar la
relación positiva con nosotras mismas. Tenemos que volver a sentirnos vivas,
tenemos que recuperar las ganas de bailar, movernos, agitar nuestras caderas,
liberarnos de la apatía a través del movimiento.
Todas
las mamás que hemos sufrido una pérdida, tenemos que volver a amar nuestro
cuerpo, nuestra alma, nuestro yo corporal y nuestro yo emocional.
Para
ponernos de nuevo en movimiento, tenemos que empezar por ponernos en pie y dar
un primer paso, luego otro, otro, otro …
Cuando
te sientas preparada y con fuerzas, vuelve a poner en movimiento tu cuerpo y
recupera tu relación con él.