¿Podemos
cuantificar el Amor? ¿Medirlo? ¿Pesarlo?
Por
supuesto que no. El Amor es un sentimiento sin fronteras, sin medidas, sin
cantidades. El Amor es inconmensurable y el Amor de una Madre y un Padre hacia
sus hijos aún más.
Cuando
concebimos, cuando gestamos, cuando adoptamos, el Amor emocional, sentimental
se une al Amor fisiológico y biológico. El Amor de una Madre, de un Padre
supera todas las barreras físicas y emocionales para convertirse en un Amor
Universal, un Amor sin tiempo, sin medidas. Un Amor hacia tus propios hijos,
hacia los de los demás, hacia la humanidad y todos los seres que nos rodean.
A
veces, ese Amor es tan potente que incluso debe superar una distancia física
tan real y demoledora como la marcha de un bebé. Sin embargo, y a pesar de la partida física de
nuestro hijo, por siempre, eternamente, somos y seremos las Madres de nuestros
bebés, de nuestros Niños del Agua. Por siempre, eternamente, les Amaremos con toda
la fuerza y la pureza de nuestro corazón, de nuestro cuerpo, de nuestro
espíritu.
Os
dejo con la conmovedora Carta que Beatriz Rodríguez, una dulce y tierna Mamá,
le escribió a su estrellita. Una estrellita con la que pudo compartir poco
tiempo físico, pero con la que compartirá un Amor profundo, eterno y Universal.
Para
conocer más a fondo a la amorosa Beatriz y toda su fuerza y valentía de Madre os
recomiendo que visitéis su blog.
Ilustración: Matteo Arfanotti
Carta de Mamá Beatriz a su estrellita
Un día tuve un sueño y en ese sueño estabas tú. Un día tuve un sueño….
Supimos de tu noticia en un día especial, tu papá cumplía años y ese
fue su regalo. Ese sueño tan persistente parecía hacerse realidad. Te vivimos
con intensidad, te cuidamos, yo te hablaba desde antes de saber que estabas,
por si podías oírme y venir a mi desde algún lejano lugar y así lo hiciste.
Te velamos y te quisimos durante dos bonitas semanas. Elegimos dos nombres sin saber cual sería para ti, durante 14 maravillosos días. Imaginamos tus manos, tus ojos y tu piel. Imaginamos tu nacimiento y nos imaginamos contigo, creábamos un nido para ti.
Pero cuando apenas empezabas a vivir te fuiste sin decir adiós. Te fuiste muy en silencio, sin alborotar, ni un ruido, ni una mala noche. Te fuiste sin causarme dolor físico, tan solo me dejaste dolido el corazón. Nos dejaste con apenas 6 semanas de existencia para iluminar todas y cada una de nuestras noches, dejando un mar de lágrimas que nos inundó y nos arrastró hasta un lugar desconocido y solitario.
A él no le costó demasiado asimilar y digerir la noticia de tu marcha, pero a mí…. A mi aun me faltas tú, me dejaste un vacío que no se puede llenar. Nadie comprende mi malestar, creen que tu corta existencia no debe ser causa de tristeza, que no mereces un segundo en mis pensamientos y eso todavía me duele más.
El dolor de una pérdida es siempre dolor, qué más da cuantos días haya latido un corazón, qué más da si eres pequeño, mediano o grande, ¿qué importa todo eso?
Nadie lo comprende: ‘unas pocas células’ dicen. ‘Es más fácil de asimilar que si fuera de más semanas’ opinan. ‘Era mejor así’ se atreven a comentar. ‘Eres muy joven’ dicen triunfales.
Te velamos y te quisimos durante dos bonitas semanas. Elegimos dos nombres sin saber cual sería para ti, durante 14 maravillosos días. Imaginamos tus manos, tus ojos y tu piel. Imaginamos tu nacimiento y nos imaginamos contigo, creábamos un nido para ti.
Pero cuando apenas empezabas a vivir te fuiste sin decir adiós. Te fuiste muy en silencio, sin alborotar, ni un ruido, ni una mala noche. Te fuiste sin causarme dolor físico, tan solo me dejaste dolido el corazón. Nos dejaste con apenas 6 semanas de existencia para iluminar todas y cada una de nuestras noches, dejando un mar de lágrimas que nos inundó y nos arrastró hasta un lugar desconocido y solitario.
A él no le costó demasiado asimilar y digerir la noticia de tu marcha, pero a mí…. A mi aun me faltas tú, me dejaste un vacío que no se puede llenar. Nadie comprende mi malestar, creen que tu corta existencia no debe ser causa de tristeza, que no mereces un segundo en mis pensamientos y eso todavía me duele más.
El dolor de una pérdida es siempre dolor, qué más da cuantos días haya latido un corazón, qué más da si eres pequeño, mediano o grande, ¿qué importa todo eso?
Nadie lo comprende: ‘unas pocas células’ dicen. ‘Es más fácil de asimilar que si fuera de más semanas’ opinan. ‘Era mejor así’ se atreven a comentar. ‘Eres muy joven’ dicen triunfales.
La sociedad que me rodea entiende que por ser una madre que no llega a
la treintena la situación me duele menos, que pasará desapercibida a lo largo
de mi vida, que no debo darle mayor importancia. La sociedad que me rodea no
considera mi pérdida como una pérdida pero se animan a darme lecciones de vida
y a insistir en mi juventud. A nadie se le ocurre decirle a la familia de un
difunto de 80 años que ‘ya era muy mayor’, pero sin embargo se atreven a decir
que mi bebé era muy pequeño y que yo soy muy joven.
Ahora ya no me dueles tanto estrellita mía, ahora me duele las personas
que me rodean y que te rodearon durante tu corta existencia. Esas personas que no merecían haberte
conocido y que ya nunca sabrán de ti, al igual que yo, que me quedo sin lo
mejor que podías darme.
Beatriz (Mamá de una estrellita)