Cuando perdemos a nuestros “niños
del agua” muchas personas de nuestro alrededor tratan, con toda su buena
intención, eso no lo dudo, de minimizar nuestra devastadora pérdida
dedicándonos frases como “anímate”, “eres joven”, “tienes tiempo de tener
otros”, ... Este tipo de consuelo, más que ayudarnos, lo que nos causa es un
profundo desasosiego y un insondable sentimiento de soledad.
Nosotras, lo que deseamos en
estos momentos es poder hablar de nuestros bebés, recordarlos junto a las
personas que los amaron (y los aman) y, sobre todo, desahogarnos llorando.
Llorar no es malo, es sanador y curativo y es una fase imprescindible en el
duelo por nuestros bebés que se marcharon.
Si sufriste o has sufrido una
pérdida, no temas llorar, derrama en libertad, tus lágrimas de agua y sal.
A nuestros “Niños del
agua” que vivieron en el mar placentario compuesto de agua y sal.
Lágrimas de agua y sal
De agua y sal,
como el mar,
como mis lágrimas,
tras tu marchar.
De agua y sal,
como el mar,
como el océano
amniótico,
que fue tu hogar.
La Madre Tierra,
derrama su agua,
que es el mar.
La Madre Humana,
que sufre una
pérdida,
derrama su océano
vital,
sin poderse consolar.
Lágrimas,
mar,
y agua primordial,
De agua y sal,
como nuestro desconsuelo,
por tu marchar.